La reacción “normal” de alguien que escucha o piensa acerca de un intercambio estudiantil sería imaginar un viaje en el cual podrá conocer gente de otras partes del mundo, vivir experiencias totalmente nuevas e incluso aprender un nuevo idioma. Como estudiante de intercambio puedo asegurar que es mucho mas que eso pues en mi caso cambió la manera en la que veo mi entorno.
Mis 11 meses en Auckland fue el periodo, aun que corto, en el cual me vi obligada a salir de mi zona de seguridad y finalmente se transformó en la mejor experiencia que he tenido. En primer lugar la posibilidad de empezar una vida donde nadie me conocía me permitió convertirme en una persona independiente al tener que tomar decisiones ,pequeñas y grandes, todos los días por mi misma.
Por otra parte, la experiencia tiene una duración determinada y por muy dolorosas que sean las despedidas, el hecho de tener días contados fortalece las relaciones que surgen e igualmente intensifica los sentimientos. Aunque no veo a la mayoría hace mucho tiempo seguimos hablando y tengo claro que son amistades reales y duraderas.
Personalmente recomendaría esta experiencia ya que me abrió los ojos , me ayudó a mejorar como persona y también a ver la importancia de las cosas diarias que damos por sentado. En resumen, lo mejor que me pudo haber pasado.
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